lunes, 9 de diciembre de 2013

Entrevista Mons. Bernay Fellay, Superior General de la FSSPX "En este clima de confusión, restaurar la Iglesia por la Misa"

“EN ESTE CLIMA DE CONFUSIÓN, RESTAURAR LA IGLESIA POR LA MISA”

Esta entrevista fue realizada en video por el sitio DICI.org en el que igualmente está disponible como audio (en francés). A continuación se da la traducción de la transcripción integral, en la que se ha mantenido el estilo oral.
 
La llegada de un nuevo Papa La llegada de un nuevo Papa puede semejarse a una especie de puesta a cero de los contadores. Sobre todo con un papa que, en su manera de hacer, de hablar, de intervenir, se distingue de sus predecesores con gran contraste. Eso puede hacer olvidar el pontificado precedente y es un poco lo que ha pasado, en todo caso al nivel de ciertas líneas conservadoras o restauradoras ordenadas por el Papa Benedicto XVI. Bien seguro que las primeras intervenciones del Papa han aportado mucha imprecisión y hasta casi una contradicción, en todo caso una oposición con respecto a esas líneas restauradoras. Un ejemplo: los Franciscanos de la Inmaculada Siguen en su espiritualidad las indicaciones del Padre Maximilian Kolbe. Esto es muy interesante porque Maximilian Kolbe quiere el combate para la Inmaculada, el combate por la Inmaculada, la victoria de Dios contra los enemigos de Dios – se puede utilizar verdaderamente el término – y notoriamente los francmasones. Es muy interesante ver esto. Ese combate contra el mundo, contra el espíritu del mundo los ha acercado a nosotros, casi por naturaleza se puede decir, porque adherir al combate contra el mundo de alguna manera implica la Cruz. Implica los principios eternos de la Iglesia: lo que se llama el espíritu cristiano. Ese espíritu cristiano está magníficamente expresado en la antigua Misa, en la Misa tridentina. Tanto que cuando Benedicto XVI publicó su Motu Proprio que concedía de nuevo ampliamente la posibilidad de celebrar la Misa (tradicional), esta Congregación decidió en capítulo, es decir, toda la congregación, volver a la antigua Misa y verdaderamente in globo – considerando que tendrían muchos problemas pues tienen parroquias, pero sin embargo que esos problemas no eran insuperables.
Uno u otro comenzó también a hacer ciertas preguntas sobre el Concilio. Tanto que algunos descontentos, un puñado si se considera su número, (son alrededor de 300 sacerdotes y hermanos), una decena se quejó a Roma diciendo: “Nos quieren imponer la antigua Misa, se ataca al Concilio”. Esto provocó una reacción muy fuerte de parte de Roma, aún bajo el pontificado de Benedicto XVI – hay que precisarlo – sin embargo las conclusiones, las medidas se tomaron bajo el del Papa Francisco. Esas medidas son, entre otras, la interdicción para todos los miembros de celebrar la antigua Misa, con algunas aperturas, permisos, eventualmente por aquí o por allá…esto es directamente contrario al Motu Proprio que hablaba de un derecho, que los sacerdotes tenían el derecho de celebrar la antigua Misa y para lo que no tenían necesidad de permiso ni del ordinario, ni de la Santa Sede. Por lo tanto es muy fuerte, allí hay manifiestamente una señal.
Una nueva aproximación a la Iglesia “Se cierra el paréntesis”, es la palabra utilizada por varios progresistas al advenimiento del Papa Francisco. Pienso que en todo caso para aquellos que se llama los progresistas, era su voluntad. Es decir que terminado el pontificado de Benedicto XVI, se echa al olvido ese pontificado y sus iniciativas, que trataban de restablecer la situación, costara lo que costara, con algunas correcciones – ¿Se puede hablar de restauración? – en parte en todo caso había por lo menos un deseo de sacar a la Iglesia del desastre en el que se encuentra.
Llega el nuevo Papa con diversas posiciones, atacando un poco a todo. Todo el mundo entendió: ¡Benedicto XVI está olvidado! Se dirá: “¡Pero no! ¡Es el mismo combate, Benedicto y Francisco, el mismo combate!” Manifiestamente, la actitud no es para nada la misma. El planteo, la definición de los problemas que tocan a la Iglesia ¡no es la misma! Esta idea de introducir reformas todavía mucho más poderosas que todo lo que se ha hecho hasta aquí… ¡en todo caso, no se tiene la impresión de que no sea más que cosmética, esas reformas del Papa Francisco!
Entonces ¿qué será de la Iglesia? Es muy difícil decirlo.
Un clima de confusión El advenimiento de un nuevo Papa hace olvidar (lo que lo precedió), como una especie de partida a cero, con muchas sorpresas, muchas heridas también, porque por sus palabras ha arañado un poco a todo el mundo, no solamente a nosotros, sino a todos los conservadores en general. Sobre cuestiones de moral, ha tenido tomas de posición sorprendentes, por ejemplo esta pregunta sobre los homosexuales: “¿Quién soy yo para juzgar?” – ¡Y bueno! El Papa, ¡que es el soberano juez aquí abajo! Porque si hay alguien que puede juzgar, que debe juzgar y exponer al mundo la ley de Dios, es él! No nos interesa lo que el Papa piensa personalmente, lo que se espera de él es que sea la voz de Cristo y por lo tanto la voz de Dios, que nos repita lo que Dios ha dicho! Y Dios no dijo: “¿Quién soy Yo para juzgar?” Verdaderamente Él ha dicho otra cosa: vean las condenaciones que se encuentran en San Pablo, no solamente las del Antiguo Testamento – se puede pensar en Sodoma y Gomorra – son muy explícitas. San Pablo, el Apocalipsis, son muy enérgicos hacia todo ese mundo contra natura. Entonces frases como esta, aunque hayan sido “recuperadas”, dejan la impresión que sobre muchas cosas, se ha dicho todo y lo contrario de todo. Eso crea un clima de confusión, desestabiliza a la gente: esperan necesariamente claridad sobre la moral, aún más que sobre la fe, las dos están vinculadas. La fe y la moral son los dos puntos que la Iglesia enseña y donde la infalibilidad puede estar comprometida, y de golpe se ve a un papa que habla en forma imprecisa…
Y eso va mucho más lejos: en ocasión de una entrevista a los jesuitas, el Papa ataca a los que quieren claridad. ¡Es increíble! No usa la palabra claridad; utiliza la palabra certeza, los que quieren la seguridad doctrinal. ¡Por supuesto que se quiere! Con las palabras de Dios mismo, Nuestro Señor que dice que no debe ser cambiada ni una sola iota, ¡más vale ser preciso!
Un Papa menos creíble Resulta difícil dar un juicio sobre esas palabras porque un poco más tarde, o casi al mismo tiempo, se encuentran palabras sobre la fe, sobre puntos de fe, sobre puntos de moral, que son muy claras y que condenan al pecado, al demonio; afirmaciones que explican muy fuertemente y muy claramente que no se puede ir al cielo sin una verdadera contrición por los pecados, que no se puede esperar la misericordia del buen Dios sino se lamentan seriamente los pecados. Estos son recordatorios que nos alegran, ¡recordatorios bien necesarios! Pero desgraciadamente que ya han perdido una gran parte de su fuerza a causa de las aserciones contrarias.
Creo que una de las mayores desgracias de esas afirmaciones es que han quitado la credibilidad, han restado una gran parte de credibilidad al soberano pontífice, de tal manera que cuando debe hablar o deberá hablar de cosas importantes, esos dichos serán puestos al mismo nivel que los otros. Se dirá: “Trata de complacer a todo el mundo: un paso a la izquierda, un paso a la derecha”. Espero equivocarme, pero se tiene la impresión de que eso será una de las líneas de su pontificado.
Cuanto más se está en alto, en posición de autoridad, tanto más hay que prestar atención a lo que se dice y sobre todo respecto de la palabra del Papa. Pienso que habla demasiado. Por consiguiente su palabra está perjudicada, vulgarizada, puede ser que en el sentido más profundo del término. Non decet: eso no conviene; no es así como debe obrar el Papa.
No se sabe más qué es opinión privada, qué es enseñanza… Las amalgamas se hacen inmediatamente ¡Pero quien habla es el Papa! Ahora bien, el Papa no es una persona privada. Por supuesto que puede hablar como teólogo privado, ¡pero es el Papa que habla, a pesar de todo! Y los periódicos no van a decir “es la opinión privada del Papa”, sino más bien “es el Papa, es la Iglesia que dice eso, que piensa eso”.
El Papa, hombre de acción Creo que no osaría decirme ya capaz de hacer una síntesis. Veo muchos elementos dispares, veo un hombre de acción – es el primado de la acción, no hay duda – no es un hombre de doctrina. Un argentino me decía: “Ustedes, europeos, tendrán mucha dificultad en discernir su personalidad, porque el Papa Francisco no es un hombre de doctrina, es un hombre de acción, de praxis. Es un hombre extremadamente pragmático, muy pegado a la tierra”. Se ve en sus sermones, está cerca de la gente y quizás sea eso lo que lo vuelve muy popular, porque lo que dice toca a todo el mundo. Araña también un poco a todo el mundo, pero está muy pegado a la tierra. No tiene mucha teoría. Se ve bien, es la acción, simplemente.
Eso es lo que se ve. ¿Pero cuáles van a ser las incidencias, las consecuencias sobre la vida de la Iglesia en su conjunto? ¿Es simplemente una voz que grita en el desierto, que no tendrá ningún efecto o por el contrario una parte de la Iglesia, la parte progresista, va a aprovecharse? Se siente bien que les gustaría aprovecharse.
Lo que es interesante, ya ahora – en este análisis de la situación de la Iglesia – es ver que se pronuncian palabras torpes, algunos sacan conclusiones, después viene una “recuperación” (un intento de restablecimiento de la doctrina). Una o dos recuperaciones ya notables, son las intervenciones del Prefecto para la Doctrina de la Fe que reafirma, con mucha claridad y firmeza, los puntos vacilantes del Papa. Es un poco como si el Prefecto de la Fe debiese censurar o corregir…¡es algo torpe! Finalmente los progresistas, en cierto momento, van a desilusionarse y van a decir que no es lo que esperaban. Mientras tanto el Papa les da una esperanza, una falsa esperanza…
¿Un Papa modernista? He usado la palabra modernista, creo que no ha sido comprendida por todo el mundo. Quizás habría que decir un modernista en acción. De nuevo, no es el modernista en el sentido puro, teórico, un hombre que desarrolla todo un sistema coherente, no hay esta coherencia. Hay líneas, por ejemplo la línea evolutiva pero que justamente está vinculada con la acción. Cuando el Papa dice que quiere una imprecisión en la doctrina, cuando se introduce hasta la duda, no solo la imprecisión, sino la duda llegando a decir que aun los grandes guías de la fe, como Moisés, han dado lugar a la duda…no conozco más que una sola duda de Moisés: ¡es cuando dudó en golpear la roca! A causa de eso el Buen Dios lo castigó y no pudo entrar en la Tierra Prometida. ¡Entonces! No creo que esa duda esté a favor de Moisés, quien por lo demás fue más bien enérgico en sus afirmaciones…sin ninguna duda. Es verdaderamente sorprendente esta idea de querer decir que hay que poner la duda en todo; ¡es muy raro! No voy a decir que hace pensar en Descartes, pero…crea un ambiente. Y lo que es realmente peligroso, es que así quedan las cosas en los periódicos, en los medios…
Es un poco el preferido de los medios, está bien visto, lo alaban, se lo pone en relieve, pero esto no es el fondo de las cosas.
Una situación inalterada Es un ambiente que pasa al lado de la situación real de la Iglesia, pero la situación, en sí misma, no ha cambiado. Se pasó de un pontificado al otro y la situación de la Iglesia ha permanecido siendo la misma. Las líneas de fondo quedaron siendo las mismas. Hay, en la superficie, variaciones: ¡se puede decir que son variaciones sobre un tema conocido! Las afirmaciones de fondo se tienen por ejemplo sobre el Concilio. El Concilio, que es una relectura del Evangelio a la luz de la civilización contemporánea o moderna – el Papa ha utilizado los dos términos.
Pienso que se debería comenzar por pedir muy seriamente una definición de lo que es la civilización contemporánea, moderna. Para nosotros y para el común de los mortales es el rechazo de Dios, así de simple, es la muerte de Dios. Es Nietzsche, es la Escuela de Frankfurt, es una rebelión prácticamente generalizada contra Dios. Se lo ve un poco por doquier. Se lo ve en el caso de la Unión Europea, que rehúsa reconocer en su Constitución sus raíces cristianas. Se lo ve en todo lo que propagan los medios, la literatura, la filosofía, el arte; todo tiende al nihilismo, a la afirmación del hombre sin Dios, y hasta en rebelión contra Dios.
Entonces, ¿cómo se puede releer el Evangelio bajo esta luz? Evidentemente no es posible, ¡es la cuadratura del círculo! Estamos de acuerdo con la definición dada y sacamos consecuencias que son radicalmente diferentes de las del Papa Francisco, que llega hasta a mostrar, a exponer la continuación de su pensamiento, diciendo: “¡miren los hermosos frutos, los frutos maravillosos del Concilio; miren la reforma litúrgica!” ¡Evidentemente que es para nosotros un escalofrío en la columna vertebral! ¡Se tiene dificultad en ver y en comprender que la reforma litúrgica, calificada por su predecesor directo como la causa de la crisis de la Iglesia, sea de golpe calificada como uno de los más hermosos frutos del Concilio!
Es ciertamente un fruto del Concilio, pero si ese es un hermoso fruto, entonces ¿qué es hermoso y bueno o malo? ¡Uno se desorienta!
Por el momento, no se ha hecho nada para sanar a la Iglesia Por el momento, nada se ha hecho para encausar la situación de desviación, de decadencia de la Iglesia, absolutamente nada, ninguna medida que afecte a toda la Iglesia. Se puede mencionar la encíclica sobre la fe, no pienso que se la pueda considerar cono una medida eficaz. Ciertamente que no. Eso no afecta, no sana al Cuerpo místico enfermo, enfermo de muerte, la Iglesia moribunda. ¿Qué se hace para salir de ahí? Nada, en fin, hasta ahora, nada. Palabras, palabras que pasan, que entran por un oído y salen por el otro; puede ser que se diga que soy demasiado duro, no lo sé, pero efectivamente ¿dónde están las medidas tomadas, anunciadas, para corregir el tiro? Manifiestamente, no las hay. La Iglesia tiene sin embargo loas promesas de la vida eterna Nuestro Señor lo ha dicho claramente: “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mateo 16, 18). A uno le gustaría, en nombre mismo de esas palabras, a uno le gustaría volverse hacia Nuestro Señor y decirle: “¿Pero qué es lo que haces? ¡Aquí dejas que pasen cosas que parecen ir contra tu palabra!” Dicho de otro modo, estamos un poco sorprendidos de lo que pasa. Hablo de la historia de la Iglesia. Esas palabras, estoy convencido, han sido para la mayoría de los teólogos la fuente de afirmaciones sobre la imposibilidad de ver en la Iglesia precisamente lo que vemos. Considerando que es absolutamente imposible a causa de esta promesa de Nuestro Señor. Entonces, no se van a negar las promesas de Nuestro Señor, se va a tratar de decir cómo esas promesas que son infalibles son aún posibles en una situación que nos parece contraria. Nos parece que esta vez las puertas del infierno han hecho una significativa entrada en la Iglesia. Creo que hay que prestar mucha atención, no hay que ser unívoco. Sobre todo con esas frases, frases de profecía de Nuestro Señor, hay que mantener el fondo de ellas. Son analogías muy fuertes, hay una realidad que está afirmada y que es innegable: las puertas del infierno no prevalecerán. Punto. Pero eso no quiere decir que la Iglesia no vaya a sufrir. Entonces, ¿hasta qué punto puede llegar este sufrimiento? Y allí hay un margen a la explicación, uno está obligado de ampliar la perspectiva un poco más de lo que se pensaba.
Cuando pienso en San Pablo que habla del Hijo de perdición, que se hará adorar como Dios, entonces no es solamente un anticristo militar, o – se podría decir – civil, es una persona religiosa, una persona que se hace adorar, que reclama actos de religión. Y la abominación de la desolación ¿está vinculada a eso? Pienso que sí. Eso quiere decir que hay, al lado de este anuncio, de las promesas de indefectibilidad de la Iglesia, los anuncios de un tiempo espantoso para la Iglesia, cuando la gente se hará preguntas. Justamente esta pregunta: ¿Pero entonces, esta indefectibilidad, estas promesas de Nuestro Señor? La Santísima Virgen…las famosas palabras de La Salette, que son retomadas casi palabra por palabra por León XIII, allí ya no son revelaciones, es la Iglesia y aún se puede decir la Iglesia en un acto; León XIII redacta un exorcismo, ese famoso exorcismo de León XIII, pero más tarde se ha tachado la palabra más solemne de ese exorcismo, que anuncia que Satanás va a reinar, va a poner su trono en Roma. Así de simple. Por lo tanto la sede de la Iglesia se va a encontrar de golpe como sede del Anticristo. Son las palabras mismas de la Santísima Virgen: “Roma se volverá la sede del Anticristo”. Son las palabras de La Salette. Lo mismo que “Roma perderá la fe”, “el eclipse de la Iglesia”, por lo tanto palabras muy fuertes y contrastando con la promesa. Eso no quiere decir que la promesa sea caduca, es evidente que permanece, pero no excluye para la Iglesia un momento de dolor tal que se la podrá considerar como una muerte aparente.
Pasión de Cristo, Pasión de la Iglesia Creo que estamos allí. Queda una pregunta: ¿Hasta qué punto el Buen Dios va a pedir a su Cuerpo místico acompañar, imitar lo que su cuerpo físico debió soportar, que ha sido hasta la muerte? ¿Llegará a tanto, se detendrá antes? Todos deseamos que se detenga antes. Pienso – no sería la primera vez – que el Buen Dios intervendrá para restablecer las cosas, en el momento en que se pensará: esta vez se acabó. Creo que será una de las pruebas de la divinidad de la Iglesia. En el momento en que todos los medios humanos se acaban, agotados, dicho de otro modo, cuando todo terminó, es en ese momento que va a actuar. Pienso. Y será entonces una manifestación extraordinaria precisamente, de que esta Iglesia es la única que sea verdaderamente divina. La actitud de los fieles En primer lugar deben guardar la Fe. Es el primer mensaje, se puede decir, de San Pablo. Era también el de los tiempos de persecución: Manteneos firmes, state, aguantad, manteneos de pie, manteneos bien firmes en la Fe. Guardar la Fe, no puede ser simplemente teórico. Lo que llamaría la fe “teórica” existe, es la de alguien capaz de recitar el Credo; aprendió su catecismo, lo conoce, es capaz de repetirlo y por supuesto que esta fe es el comienzo, hay que tenerla sino no se tiene fe. Pero esta fe no conduce al cielo, es que hay que comprender bien la fe de la que habla la Escritura. Es esta fe que está – según el término técnico – informada por la caridad. De esa relación entre fe y caridad habla San Pablo a los Corintios, diciendo: “Si tengo la fe para desplazar montañas – lo que no es poca cosa, ¡una fe para desplazar montañas, no se la ve todos los días! – y no tengo caridad, entonces no soy nada, no soy más que un címbalo que suena, nada de nada, una campana…” (Cf. I Cor. 13, 1-2).
No basta hacer grandes declaraciones de fe, no basta atacar o condenar los errores; muchos piensan haber cumplido su deber de cristiano habiendo hecho esto; es un error. No digo que no hay que hacerlo, es una parte, pero la fe de la que hablan San Pablo y la Sagrada Escritura, es la fe informada, es decir, impregnada de caridad, es la caridad que da forma a la fe. La caridad es el amor de Dios y por consiguiente el amor del prójimo. Se trata por lo tanto de una fe que se orienta hacia el prójimo que está ciertamente en el error y que le recuerda la verdad pero de un modo tal que, gracias a sus avisos, el cristiano podrá sembrar la fe, restablecer la verdad, llevar este alma hacia la verdad. No es por lo tanto un celo amargo, es por el contrario una fe que se torna amable por la caridad.
El deber de estado Lo que deben hacer los fieles es su deber de estado. Guardar la fe, una fe bien impregnada de caridad, profundamente anclada en la caridad, que va a permitirles seguir sin desanimarse, sin celo amargo, sin rencor pero con esta alegría del cristiano que consiste en saber que Dios nos ama tanto que está pronto a vivir con nosotros, a vivir en nosotros en la gracia. Eso ilumina a todo lo que pasa, da una alegría que hace olvidar los problemas, que los pone en su lugar, problemas que ciertamente pueden ser serios. ¿Pero qué son en comparación del cielo que se gana precisamente en esas pruebas? Esas pruebas son preparadas, dispuestas por el Buen Dios, no para hacernos caer sino para hacernos progresar. Dios va hasta a vivir en nosotros, como dice San pablo: “Vivo pero no soy yo quien vive, es Jesús que vive en mí!” (Gal., 2, 20). ¡Es tan hermoso! ¡El cristiano, es un tabernáculo de la Santa Trinidad, un templo de Dios, un templo viviente! El rol de la Fraternidad San Pío X Su primera preocupación es verdaderamente la que hace vivir a la Iglesia, es la Misa. El Santo Sacrificio de la Misa es verdaderamente la aplicación concreta, cotidiana de los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, todo lo que ha ganado, merecido en la Cruz y que es verdaderamente la universalidad de las gracias para todos los hombres desde los primeros, Adán y Eva, hasta el fin del mundo. Todas las gracias han sido merecidas por Nuestro Señor en la Cruz. La Misa, es la perpetuación, la renovación, la representación de ese sacrificio, es un sacrificio idéntico al de la Cruz sobre el altar, y que pone cotidianamente a disposición de los cristianos – por extensión se podría decir a disposición de los hombres – los méritos de Nuestro Señor, su satisfacción, su reparación para obtener el perdón de todos esos pecados, este mar de pecados cometidos todos los días, y también para obtener esas gracias de las que tenemos necesidad. La Misa es verdaderamente la bomba que distribuye en todo el Cuerpo místico, las gracias merecidas sobre la Cruz. Es por lo que se puede decir: es el corazón que distribuye por la sangre todo lo que las células del cuerpo necesitan. Así es con la Misa, es el corazón. Cuidando ese corazón, se cuida toda la Iglesia. Restaurar a la Iglesia por la Misa Si se quiere, y ciertamente que se quiere una restauración de la Iglesia, es por allí que hay que ir. Es la fuente, y la fuente es la Misa. No cualquier liturgia, una liturgia, tengo ganas de decir, extremadamente santa. Santa a un punto inimaginable. De una santidad extraordinaria, verdaderamente forjada por el Espíritu Santo a través de los siglos, redactada por Papas santos ellos mismos, y por lo tanto de una profundidad extraordinaria. No hay absolutamente ninguna comparación entre la nueva misa y esta Misa. Son verdaderamente dos mundos, e iba a decir, los cristianos un poco sensibles a la gracia se dan cuenta bien rápidamente. Bien rápidamente. ¡Ay! ¡Hoy día se constata que muchos no lo ven más! Pero para mí es evidente que querer la restauración de la Iglesia debe comenzar por eso. Entonces es por eso que le estoy profundamente agradecido al papa Benedicto XVI por haber restablecido la Misa. Era capital y, es capital. Formar sacerdotes La Fraternidad cuida a la Misa, quiere esta Misa y cuida también a quien la dice y no hay más que uno, el sacerdote. Por lo tanto es verdaderamente el fin mismo de la Fraternidad: el sacerdocio, el sacerdote, formar sacerdotes, ayudar a los sacerdotes, sin ninguna limitación, no, sin limitación, no hay exclusividad para nadie, ¡no! Es el sacerdote tal como Nuestro Señor lo ha querido. Recordándole justamente esos tesoros que hoy muchos ignoran. Es trágico. Reencontrar el espíritu cristiano La Misa es aún más importante. La Misa, es lo que va a dar la Fe, lo que va a nutrir la Fe. Evidentemente que si se celebra la Misa sin Fe hay un grave problema. Entonces, no se trata de hacer antagonismos, se trata de unir lo que debe ser unido. Pero pienso que ya con esos dos elementos se tiene muchísimo para la supervivencia de la Iglesia. Digamos, se ve bien que la Iglesia es atacada en diversos niveles, pero lo más profundo, estoy persuadido, es la pérdida del espíritu cristiano. Se ha querido ser como el mundo. Se lo ha dicho todo el tiempo, era el objetivo del Concilio acomodarse al mundo moderno. Ahora bien, ¡Esto no es posible! Se vive en el mundo, entonces se utilizan muchas cosas que son del orden de las circunstancias históricas concretas, que pasan. La base que permanece es el aficionarse al Buen Dios. Es el servicio al Buen Dios que incluye, seguramente, la Fe, la gracia y el espíritu cristiano. Se quiere ir al cielo, se debe ir al cielo, para eso hay que evitar el pecado y hay que hacer el bien. Los dos. En tanto que no se llegue a eso, la Iglesia continuará, digamos, herida por un virus mórbido que es el virus del mundo moderno, justamente de la civilización moderna. El triunfo del Corazón Inmaculado de María “Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará”, es una palabra absoluta que no está para nada condicionada por lo que pase antes. Es verdaderamente una palabra que fija la esperanza, que la establece, es una roca. Evidentemente, parecería que ese triunfo esté vinculado a la consagración (de Rusia), se pide esta consagración, es muy normal. ¿Hasta cuándo habrá que esperar para verla hecha como ha sido pedida, o es que el Buen Dios, una vez más, se contentará con menos? No se sabe. Lo que se sabe es que al final habrá ese triunfo. Y eso es una certeza. No se va a hablar de una certeza de fe, porque no es una cuestión de fe, es una palabra dada por la Santísima Virgen, y además ¡se sabe bien que esta palabra vale! Eso es todo. ¡Stat!
(Fuente: FSSPX/MG – DICI nº266 del 6/12/13)

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