lunes, 31 de octubre de 2011

ANCORA DE SALVACION: Credo

Dedicado a la tía de mi mamá: Irma Cecotti. Requiem aeternam dona ea, Domine, et lux perpetua luceat ea. Requiescat in pace. Amen.

ANCORA DE SALVACIÓN
Devocionario

Ancora significa "Ancla"

El Credo

Yo (N..) creo con fe firme y libremente confieso todas y cada una de las cosas que se contienen en el símbolo de la Fe de que usa la santa Romana Iglesia, es a saber: Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Hacedor del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles y de las invisibles.

Y en un sólo Señor Jesu-Cristo, Hijo Unigénito de Dios. Y nacido del Padre, antes de todos los siglos. Dios de Dios, lumbre de lumbre, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado, no hecho, consubstancial al Padre: por quien han sido hechas todas las cosas. El cual por nosotros, los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos. Y se encarnó por obra del Espíritu Santo, de María Virgen, e hízose Hombre. Fue también crucificado por nosotros, debajo del poder de Poncio Pilato: padeció y fue sepultado. Y resucitó al tercero día, según las Escrituras. Y subió al cielo: está sentado a la diestra del Padre. Y otra vez ha de venir con gloria a juzgar a los vivos y a los muertos: cuyo reino no tendrá fin.

Creo también en el Espíritu Santo, Señor y vivificador: el cual procede del Padre y del Hijo. Quien con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y conglorificado: quien ha hablado por los profetas. Creo también en la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica. Confieso un sólo Bautismo para la remisión de los pecados. Y espero la resurrección de los muertos. Y la vida del siglo venidero. Amén.

Admito y abrazo firmísimamente las tradiciones apostólicas y eclesiásticas y las demás observancias y constituciones de la misma Iglesia. Asímismo admito la Sagrada Escritura conforme al sentido que mantuvo y mantiene la santa madre Iglesia, cuyo es el juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Sagradas Escrituras; y nunca jamás la tomaré e interpretaré sino conforme al unánime común sentir de los Padres.

Profeso también que son siete verdadera y propiamente los Sacramentos de la nueva ley instituídos por Jesu-Cristo Nuestro Señor y necesarios aunque no todos a cada uno, para la salvación del género humano, a saber: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Extrema Unción, Orden y Matrimonio; y que confieren gracia y que de ellos el Bautismo, la Confirmación y el Orden no pueden reiterarse sin sacrilegio.

Acepto y admito también los ritos admitidos y aprobados por la Iglesia Católica en la administración solemne de todos los sobredichos Sacramentos. Abrazo y acepto todas y cada una de las cosas que acerca del pecado original y de la justificación fueron definidas y declaradas en el sacrosanto Sínodo Tridentino.

Confieso asímismo espontáneamente que en la Misa se ofrece a Dios un verdadero, propio y propiciatorio Sacrificio por los vivos y los muertos; y que en Santísimo Sacramento de la Eucaristía está verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre juntamente con el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesu-Cristo y que se hace la conversión de toda la substancia del pan en el Cuerpo y toda la substancia del vino en la Sangre, a la cual conversión la Iglesia Católica llama Transubstanciación. Confieso también que debajo de una sola de las dos especies se recibe a Cristo todo entero y un verdadero Sacramento.

Firmemente sostengo que hay Purgatorio y que las almas en él detenidas son ayudadas con los sufragios de los fieles. Asímismo que los santos que reinan juntamente con Cristo han de ser venerados e invocados, que ellos ofrecen a Dios oraciones por nosotros y que han de ser veneradas sus reliquias. Firmemente afirmo que se han de tener y conservar las imágenes de Cristo, de la Madre de Dios siempre Virgen y las de los otros santos y que se les ha de tributar el debido honor y veneración.

Afirmo también que Cristo dejó en la Iglesia la potestad de las Indulgencias y que el uso de ellas es muy saludable al pueblo Cristiano. Reconozco a la Santa, Católica y apostólica Romana Iglesia por madre y maestra de todas la Iglesias y prometo y juro obediencia verdadera al Romano Pontífice, sucesor de San Pedro, príncipe de los Apóstoles y Vicario de Jesu-Cristo.

Asímismo acepto y confieso sin titubear todas las otras cosas enseñadas, definidas y declaradas por los sagrados Canones y Concilios Ecuménicos y principalmente por el sacrosanto Sínodo Tridentino y por el Concilio Ecuménico Vaticano, mayormente acerca del primado y magisterio infalible del Romano Pontífice y a la vez condeno también yo, rechazo y anatematizo todas las cosas contrarias y cualesquiera herejías condenadas y rechazadas y anatematizadas por la Iglesia.

Esta Fe Católica verdadera, fuera de la cual ninguno puede ser salvo, que ahora expontáneamente confieso y en verdad tengo, esta misma yo mismo (N..) prometo, voto y juro retener y confesar íntegra e inviolada constantísimamente, con el favor de Dios, hasta el postrer aliento de vida y procurar cuando sea de mi parte, que mis súbditos o aquellos cuyo cuidado me toque en mi oficio, la tengan, enseñen y prediquen. Así Dios me ayude y estos santos Evangelios de Dios.

CALENDARIO LITURGICO TRADICIONAL DEL MES - Noviembre 2011


DíaFestivalColorClaseCartaEvangelio
Martes, 1 deFiesta de Todos los SantosblancoDe primera claseAp 7,2-12Mt. 5:1-12
Miércoles 2 deConmemoración de Todos los SantosnegroDe primera clase1_Co 15.51 a 57Jn 5,25-29
Jueves 3del día de la semanaverde4 ª claseEf 5,15-21Jn 4,46-53
Viernes, 4 deSan Carlos Borromeo, obispo y confesorblancoTercera claseSi 44,16-27 | Si 45,3-20Mt 25,14-23
Sábado 5 deDe la Virgen María (Salve Sancta parens)blanco4 ª claseSi 24,14-16Lucas 11,27-28
Domingo 6XXI Domingo después de PentecostésverdeLa segunda claseEf 6,10-17Mt 18,23-35
Lunes 7del día de la semanaverde4 ª claseEf 6,10-17Mt 18,23-35
Martes, 8 dedel día de la semanaverde4 ª claseEf 6,10-17Mt 18,23-35
Miércoles, 9 deDedicación de la Basílica del Santísimo SalvadorblancoLa segunda claseAp 21,2-5Lucas 19,1-10
Jueves 10San Andrés Avellin, confesorblancoTercera claseSi 31,8-11Lucas 12,35-40
Viernes 11San Martín, el apóstol de las Galias, obispo y confesorblancoTercera claseSi 44,16-27 | Si 45,3-20Lucas 11,33-36
Sábado 12San Martín en primer lugar, el Papa y MártirrojoTercera clase1_P 5,1 a 4 | 5.10 a 11 1_PMt 16,13-19
Domingo 13Vigésimo Segundo Domingo después de PentecostésverdeLa segunda clasePH 1,6 a 11Mt 22,15-21
Lunes 14San Josafat, obispo y mártirrojoTercera claseEl 5,1-6Jn 10,11-16
Martes 15San Alberto Magno, obispo, confesor y doctorblancoTercera clase2_Tm 4.1-8Mt 5,13-19
Miércoles 16Santa Gertrudis, VirgenblancoTercera clase2_Co 10.17-18 | 11,1-2 2_CoMt 25,1-13
Jueves 17San Gregorio el Taumaturgo, obispo y confesorblancoTercera claseSi 44,16-27 | Si 45,3-20Mc 11,22-24
Viernes 18Dedicación de la Basílica de San Pedro y San PabloblancoTercera claseAp 21,2-5Lucas 19,1-10
Sábado 19Santa Isabel de Hungría, la viuda deblancoTercera clasePr 31,10-31Mt 13,44-52
Domingo 20El pasado domingo después de PentecostésverdeLa segunda claseCol 1,9-14Mt 24,15-35
Lunes 21Presentación de la Santísima Virgen MaríablancoTercera claseSi 24,14-16Lucas 11,27-28
Martes 22Santa Cecilia, virgen y mártirrojoTercera claseSi 51,13-17Mt 25,1-13
Miércoles 23Primero San Clemente, Papa y MártirrojoTercera clase3,17 a 21 Ph | Ph 4.1 a 3Mt 16,13-19
Jueves 24San Juan de la Cruz, confesor y doctorblancoTercera clase2_Tm 4.1-8Mt 5,13-19
Viernes 25Santa Catalina de Alejandría, virgen y mártirrojoTercera claseSi 51,1-8 | Si 51,12-12Mt 25,1-13
Sábado 26San Silvestre, abadblancoTercera claseSi 45,1-6Mt 19,27-29
Domingo 27Primer Domingo de AdvientovioletaDe primera claseRm 13,11-14Lucas 21,25-33
Lunes 28del día de la semanavioletaTercera claseRm 13,11-14Lucas 21,25-33
Martes 29del día de la semanavioletaTercera claseRm 13,11-14Lucas 21,25-33
Miércoles 30San Andrés ApóstolrojoLa segunda claseRm 10,10 a 18Mt 4,18-22

LA PROVIDENCIA Y LA CONFIANZA EN DIOS R. P. Réginald Garrigou-Lagrange, O. P. - EL ABANDONO EN LA PROVIDENCIA DIVINA CAPÍTULO V GOBIERNO DE LA PROVIDENCIA CON LOS QUE SE ENTREGAN EN SUS MANOS


por Radio Cristiandad
LA PROVIDENCIA Y LA CONFIANZA EN DIOS
R. P. Réginald Garrigou-Lagrange, O. P.

EL ABANDONO EN LA PROVIDENCIA DIVINA
CAPÍTULO V
GOBIERNO DE LA PROVIDENCIA
CON LOS QUE SE ENTREGAN EN SUS MANOS
“Justum deduxit Dominus per vias rectas et ostendit illi regnum Dei”.
El Señor guía al justo por caminos derechos y le muestra el reino de Dios.
La fidelidad en nuestros deberes cotidianos por medio de la docilidad a la gracia que se nos dispensa cada momento no tarda en ser recompensada mediante una asistencia especial de la divina Providencia a los que se abandonan fielmente a ella.
Puede decirse que esta asistencia providencial se manifiesta especialmente de tres maneras, sobre las cuales conviene insistir: guiando estas almas en sus oscuridades, defendiéndolas contra los enemigos del bien y vivificándolas cada vez más interiormente.
*****
De cómo guía Dios las almas que en Él se abandonan
Ilumínalas con sus dones de sabiduría, de entendimiento, de ciencia y de consejo, que junto con la gracia santificante y la caridad se nos infunden en el Bautismo, y en mayor grado en la Confirmación.
Estos dones, junto con los de piedad, de fortaleza y de temor filial están en las almas imperfectas comoencadenados por las inclinaciones más o menos viciosas, que las hacen vivir como en la superficie de ellas mismas y les impiden estar atentas a las inspiraciones del Maestro interior.
Suelen, compararse estos dones a las velas que hacen la nave dócil al soplo del viento favorable; pero en las almas imperfectas son como velas recogidas, que, por decirlo así, no reciben el impulso del viento. Por el contrario, cuando un alma, tratando con todas veras de cumplir los deberes cotidianos y de remar debidamente, se abandona en el Señor, recibe de Él inspiraciones primero latentes y confusas, pero que, bien acogidas, se hacen cada vez más
apremiantes y luminosas.
Entonces queda el alma en paz, por lo menos en la parte superior de ella, a pesar de los sucesos agradables o penosos, de las desigualdades de humor, de las sequedades espirituales, de los lazos del demonio o de los hombres, de los recelos o envidias de sus semejantes; porque está íntimamente persuadida de que Dios la guía, y abandonándose a Él, a nada aspira sino a cumplir la divina voluntad. De esta manera le ve en todas las cosas y de todo se sirve para unirse a Él; hasta el pecado le recuerda, por contraste, la grandeza infinita de Dios.
Entonces se cumplen con más perfección aquellas palabras de San Juan en su Primera Carta: “Mantened en vosotros la unción que de Él recibisteis. Con eso no habéis menester que nadie os enseñe, sino que conforme a lo que la unción del Señor os enseña en todas las cosas, así es verdad, y no mentira.” (I loann. 2, 27).
Entonces el alma tiene menos necesidad de razonamientos, de métodos para orar, meditar y obrar; su modo de pensar y de querer se ha simplificado; observa mejor la acción de Dios en ella, que se manifiesta menos por la idea que por el instinto o la fuerza misma de las circunstancias, que no consienten obrar de otra suerte. Le impresiona el profundo sentido de ciertas palabras del Evangelio que antes le pasaban inadvertidas. El Señor le concede el conocimiento de las Escrituras, cono lo hizo con los discípulos de Emmaús. Los sermones más sencillos la iluminan y le descubren verdaderos tesoros; porque también de ahí se sirve Dios para esclarecerla, como un gran artista con vulgarísimo instrumento, con un triste lápiz, hace una obra maestra, una imagen admirable de Cristo o de María.
En este gobierno de las almas que se abandonan en manos de Dios hay sin duda grandes oscuridades, cosas desconcertantes e impenetrables. Pero el Señor las torna en bien espiritual; y ellas verán algún día que para los Ángeles fue motivo de alegría lo que a veces tan profundamente las angustiaba.
Y todavía es más; porque por medio de estas oscuridades ilumina Dios las almas en el momento en que parecía cegarlas. En efecto, en cuanto se borran las cosas sensibles que nos tenían cautivos y fascinados, comienzan a brillar en todo su esplendor las cosas espirituales.
Sucede a veces que un rey destronado, como Luis XVI, comprende mejor que nunca la grandeza del Evangelio y de muchas gracias que antes recibía. Hasta entonces casi no se daba cuenta de ello, porque el brillo de las cosas exteriores de su reino le tenía demasiado distraído. En tanto que ahora se le manifiesta el reino de los cielos.
Es una gran ley del mundo espiritual, que la oscuridad superior de las cosas divinas nos alumbra más en cierto sentido que la evidencia de las cosas terrenas.
En el orden sensible tenemos un símbolo de esta ley. Por extraño que a primera vista parezca, en la oscuridad de la noche vemos a muchísima mayor distancia que en la claridad del día; en efecto, menester es que se oculte el sol para que se dejen ver las estrellas y vislumbremos las insondables profundidades del firmamento. El espectáculo que contemplamos ciertas noches estrelladas es incomparablemente más bello que el de los días más esplendorosos. Nuestra vista puede ciertamente llegar muy lejos durante el día en el espacio que nos circunda, hasta el sol cuya luz invierte ocho minutos en llegar a nosotros. Pero en la oscuridad de la noche abarcamos con una sola mirada millares de estrellas, la más cercana de las cuales dista de nosotros cuatro años y medio de luz.
Lo mismo ocurre en lo espiritual; así como el sol impide ver las estrellas, así también la magnificencia de ciertas cosas humanas es obstáculo para contemplar los esplendores de la fe. Por donde conviene que la Providencia haga desaparecer de vez en cuando en nuestra vida este brillo de las cosas inferiores para, que entreveamos cosas mucho más sublimes y más preciosas para nuestra alma y para nuestra salud eterna.
En el orden espiritual, como en el físico, hay la sucesión del día y de la noche. De ello habla con frecuencia el Libro de la Imitación. Si los crepúsculos nos sumieran en la tristeza, el Señor podría decirnos: pues ¿de qué otra manera manifestarte esos millares de estrellas que sólo se ven durante la noche?
Aquí se cumplen las palabras de Nuestro Señor: Qui sequitur me, non ambulat in tenebris. Quien me sigue, no camina en tinieblas.” (loann. 8, 12). La luz de la fe ahuyenta las tinieblas inferiores de la ignorancia, del pecado y de la condenación, dice el Doctor Angélico. (In loann. 8, 12).
Más aún, la oscuridad divina que proviene de una luz superior demasiado intensa para nuestros débiles ojos nos ilumina a su modo, nos hace entrever, no solamente los misterios del firmamento, mas también las profundidades de Dios y el misterio de los caminos de la Providencia.
Dice San Pablo en su Primera Carta a los fieles de Corinto (2, 6): “Enseñamos sabiduría entre perfectos; mas no una sabiduría de este siglo, ni de los príncipes de este mundo, cuyo reino se acaba. Nosotros predicamos la sabiduría misteriosa y escondida que Dios predestinó antes de los siglos para gloria nuestra; sabiduría que ninguno de los príncipes de este mundo ha entendido; que si la hubiesen entendido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria. Mas éstas son cosas, como está escrito, que ni ojo vio, ni oído oyó, ni corazón de hombre intuyó jamás, cosas que Dios tiene aparejadas para aquellos que le aman. A nosotros, empero, nos las ha revelado por medio de su Espíritu; pues el Espíritu todas las cosas penetra, aun las más íntimas de Dios.”
El Señor tiene, pues, su manera propia de alumbrar las almas sobre su vida íntima y sobre los secretos de sus caminos; parece a veces que las ciega; realmente entonces les da una luz superior en el momento mismo en que desaparece una luz inferior.
En los Santos, la lumbre de gloria sigue inmediatamente a las oscuridades de la muerte. En torno de ellos se afligen todos viendo extinguirse tan presto la vida terrena; mas ellos se consideran muy felices de entrar en la vida imperecedera.
Si durante nuestra vida hay horas en que todo parece perdido; si, como dice Taulero, rotos por la tempestad los palos del navío queda éste reducido a una balsa, ése es el momento de abandonarnos enteramente a Dios sin reserva; de hacerlo con todas veras, el Señor tomará inmediatamente la dirección de nuestra vida, que sólo Él puede salvarnos. Justum deduxit Dominus per vias rectas et ostendit illi regnum Dei.
Pero no se contenta Dios con guiar al justo.
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De cómo Dios defiende contra los enemigos del bien las almas que a Él se entregan
Nos lo dice San Pablo en la Carta a los Romanos (8, 31): “Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que ni a su propio Hijo perdonó, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo después de habérnosle dado dejará de darnos cualquier otra cosa?”
El Libro de la Sabiduría dice de los justos que se abandonan confiados en manos del Señor: “Él los protegerá con su diestra, y su brazo los cubrirá como un escudo” (Sap.5, 17).
La Providencia lo dirige todo; aun las circunstancias más pequeñas, que parecen insignificantes, están en sus manos. Para ella no existe el acaso; y por medio de un hecho imprevisto e insignificante puede desbaratar los prudentes cálculos de los enemigos del bien. Lo vemos, por ejemplo, en la vida de José, vendido por sus hermanos.
Si en el momento de quererle matar, no acertaran a pasar por allí, como por acaso, aquellos mercaderes ismaelitas, habría quedado en la cisterna donde primero le arrojaran.
Pero los mercaderes llegaron en aquella hora, y no más tarde, como Dios lo tenía dispuesto de toda la eternidad, y José fue vendido como esclavo. Y llegado de esta suerte a Egipto, fue después el salvador de los que quisieron perderle.
Recordemos también la historia de Ester, la del Profeta Daniel y otras tantas. Y sobre todas, la del nacimiento de Nuestro Señor.
Herodes lo dispone todo para dar muerte al Mesías; pide a los Magos de Oriente que le informen con exactitud acerca del Niño; pero ellos, “habiendo recibido en sueños aviso de no volver a Herodes, regresaron a su país por otro camino”. (Matth. 2, 12). “Entretanto Herodes, viéndose burlado de los Magos, mandó matar a todos los niños de Belén y de sus contornos”, pero un Ángel se apareció en sueños a José para decirle que tomara al Niño, lo librara de la cólera del rey y huyera a Egipto.
En la vida de los santos no es un milagro la intervención del Ángel de la guarda, que por orden de Dios inspira un buen pensamiento, a veces en sueños, otras durante la vigilia; es un hecho providencial bastante frecuente en la vida de los que se abandonan plenamente a Dios. Ya lo dice el Salmista (Ps. 90, 10): “No te acontecerá mal alguno, ni el azote se acercará a tus pabellones. Porque a sus Ángeles tiene dada orden el Señor que te guarden en todos tus pasos. Te llevarán en palmas, para que tu pie no tropiece en alguna piedra.”
No es lícito tentar a Dios; pero cumpliendo al día nuestro deber, hemos de entregarnos humildemente en sus manos, porque sabe defender a quienes a Él se abandonan, como la madre defiende al hijo de sus entrañas. Permite la persecución exterior, a veces muy dolorosa, como la permitió contra su Hijo; pero sostiene invisiblemente al justo para que no pierda el ánimo; y si éste cae, como Pedro en un momento de ofuscación, le vuelve a levantar y le guía al puerto de salvación.
Y dicen más los Santos: que el alma que en vez de resistir a sus enemigos se abandona en manos de Dios, en ellos encuentra provechosos auxiliares. “Contra la prudencia de la carne, dice el P. Caussade, nada hay tan seguro como la simplicidad; ella elude admirablemente todos los ardides sin conocerlos, sin pensar siquiera en ellos. Tratar con un alma sencilla es en cierta manera tratar con Dios. ¿Qué medidas tomar contra el Omnipotente, cuyos caminos son inescrutables? Dios mismo sale a la causa del alma sencilla; no ha ella menester estudiar las intrigas (de que es objeto)… La acción divina le inspira y le hace tomar medidas tan acertadas, que sorprende a quienes tratan de sorprenderla. Se aprovecha de los esfuerzos de éstos… (que)son los galeotes que la llevan a todo remo al puerto… Todas las contrariedades se le convierten en bienes… Lo único de temer es el mezclarse ella misma en el asunto… (perturbando) un trabajo en que nada tiene que hacer sino contemplar con calma lo que Dios hace y corresponder a las gracias que le envía… El alma que se abandona a Dios de esta manera, nada tiene que hacer para justificarse: la acción divina la justifica.” Tal sucede en la vida de los Santos.
¿No es por ventura el camino que ellos siguieron, guardadas las debidas proporciones, el mismo que nosotros debemos seguir?
Durante la guerra pasada, en circunstancias difíciles solían decir muchos con cierta indiferencia: “No hay que desazonarse.” Era la materialización egoísta de la doctrina que exponemos. Pero el alma de esta doctrina es el abandono confiado en manos de la Providencia. ‘Si éste no existe, en fórmulas como la citada, no hay más que un cuerpo sin alma, una fórmula cuyo valor se mide por la energía moral de la persona que la emplea. Cuando abandonamos el camino saludable de que venimos hablando, de las máximas profundas de vida, queda sólo una fórmula muerta que puede servir para disculparlo todo. Y sin embargo a todos se nos ofrece la luz de vida del Evangelio.
La Hostia consagrada, que se eleva todas las mañanas en el altar, se ofrece por todos, y todos podrían unirse a esta oblación. Es una desgracia inmensa sustituirla por el ídolo del oro y reemplazar la confianza en Dios, junto con el trabajo diario, por la orgullosa confianza en los cálculos humanos. El hombre suplanta entonces a Dios y mata las virtudes teologales, situándose en el polo opuesto de la doctrina que venimos exponiendo, que es la doctrina por excelencia de la vida.
*****
De cómo vivifica Dios cada vez más íntimamente las almas que a Él se entregan
No solamente las guía y las defiende, mas también las vivifica por medio de su gracia, por medio de las virtudes, de los dones del Espíritu Santo y de las inspiraciones siempre nuevas que les envía.
Las vivifica todavía más cuando parece que más las abandona y las deja morir, conforme aquello de San Pablo:Mihi vivere Christus est et mori lucrum. Mi vivir es Cristo, y el morir es ganancia mía. (Philipp. 1, 21).
En tanto que la vida de ciertas personas es el deporte, el arte o las actividades científicas, la de las almas de quienes hablamos es Cristo, o la unión con Cristo. El mismo Cristo es la vida de ellas, dice el doctor Angélico (In Ep. ad Philipp. 1, 21), por cuanto Él es el motivo constante de sus obras más profundas. Por Él viven y obran de continuo, mas no por fines humanos; por el Señor que las vivifica más y más y las hace vivir de aquello mismo que parece hacerlas morir, como Jesús hizo de su cruz el más perfecto instrumento de salud.
Esta doctrina tan profunda fue admirablemente declarada por un dominico del siglo XVII, el P. Chardon, en su libro La Croix de Jésus (3e Entretien, ch. 8 ss.). Señala dicho Padre que la acción divina que poco a poco y a veces de manera dolorosa nos separa de lo que no es Dios, tiende a unirnos cada vez más con Él por medio de este mismo desapego. Así, la pérdida es ganancia. Conforme la gracia aumenta, va siendo principio de separación y de unión; la separación progresiva no es otra cosa que el reverso de la unión. 
“Por temor, dice el P. Chardon, de que los consuelos demasiado frecuentes no interrumpan la inclinación del alma hacia Él, corta Dios la corriente, para hacer suspirar al alma con más ardor por el manantial… Retírale sus gracias para entregarse Él mismo. Se insinúa dulcemente, adueñándose de todas las atenciones de sus potencias, para hacerla poseedora del Bien único y necesario, que se debe amar con la misma soledad que separa de todas las cosas la soberanía de su ser.”
La desaparición de la luz y de la vida inferior coincide con la aparición de otra luz de vida mucho más elevada.
Cuando la parálisis hiere al apóstol que en plena madurez se entrega al ministerio evangélico, créese ahí terminada su influencia en la humanidad; no debería ser así, ni en realidad muchas veces lo es, sino el comienzo de algo superior: porque en vez del apostolado directo y exterior, se desenvuelve otro apostolado oculto y profundo, que por medio de la oración y del sacrificio llega a las almas cristianas y hace desbordar, sobre ellas el cáliz de la Redención superabundante.
*****
Resúmese admirablemente esta doctrina en una oración escrita por un autor anónimo que se inspiró en San Agustín:
Acto de abandono
“En vuestras manos, Señor, hago entrega de mí. Trabajad una y otra vez esta arcilla, sicut lutum in manu figuli, como la vasija en manos del alfarero (lerem. 18, 6).
Dadle forma Vos mismo; hacedla luego pedazos, si os place; es vuestra, y nada tiene que decir. Bástame con que ella sirva para vuestros fines y en nada resista a vuestro divino beneplácito para el cual ha sido creada. Pedid, ordenad; ¿qué queréis que haga? ¿Qué queréis que deje de hacer? Ensalzado o abatido, perseguido, consolado o afligido, empeñado en vuestras obras o inútil para todo, sólo me resta decir a ejemplo de vuestra Madre Santísima: Hágase en mí según vuestra palabra.
Concededme el amor por excelencia, el amor de la cruz, no de esas cruces heroicas cuyo esplendor podría dar pábulo al amor propio, sino de esas cruces vulgares que llevamos ¡ay! con tanta repugnancia, de esas cruces de todos los días, de las cuales está sembrada la vida, con las que topamos a todas horas en el camino: la contradicción, el olvido, el fracaso, los falsos juicios, las contrariedades, la frialdad o los arranques de los unos, los desaires o desprecios de los otros, las flaquezas del cuerpo, las tinieblas del espíritu, el silencio y la sequedad del corazón.
Sólo entonces sabréis que os amo, aunque yo mismo no lo sepa ni lo sienta; y esto me basta.”
He ahí verdadera santidad, y muy elevada. Si en los sucesos más dolorosos de nuestra vida hubiera habido siquiera algunos breves momentos de semejante conformidad, serían ellos los puntos culminantes de nuestra existencia, en los cuales habríamos estado muy cerca de Dios.
Cada instante nos invita el Señor a vivir de esa suerte para perdernos en Él. En ellos sobre todo podemos decir con verdad: Iustum deduxit Dominus per vias rectas, et ostendit illi regnum Dei. El Señor guía al justo por caminos derechos y le muestra el reino de Dios.

Santoral Católico 31 de Octubre


  • San Quintín, Mártir
  • Santa Margarita de Hungría, Virgen
  • San Wolfgango o Volfgango, Obispo de Ratisbona
  • San Foilán, Abad
  • Beato Tomás de Florencia, Fraile
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

SAN QUINTÍN
Mártir
Vosotros afectáis ser justos ante los hombres,
pero Dios conoce vuestros corazones;
porque la que es grande ante el mundo
es abominación ante Dios.
(Lucas, 16, 15).

San Quintín, hijo del senador Zenón de Roma, fue aprehendido por el prefecto Rictio Varo mientras predicaba el Evangelio en Picardía. Después de haber sido azotado, fue cargado de cadenas y echado en una prisión; mas, un ángel lo sanó de sus heridas, lo libró de sus cadenas y le abrió las puertas de la cárcel. Predicó en medio de la calle y convirtió a seiscientas personas. El tirano lo hizo atormentar de diversas maneras y, viéndolo invencible lo hizo decapitar, en el año 287, después de cuatro años de maravilloso apostolado.

MEDITACIÓN
SOBRE LA HIPOCRESÍA

I. La mayor parte de los hombres se esfuerzan más por parecer cristianos y virtuosos que por serlo en realidad. Se salvan las apariencias, se quiere contentar a los hombres, pero uno no se toma mucho trabajo por contentar a Dios y la propia conciencia. Se ordena el exterior y el alma está en desorden. ¡Desventurados! Dios nos ve tales cuales somos y no tales cuales queremos aparecer. Dios es quien nos juzgará y no los hombres; no podemos engañarlo, nos engafiamos a nosotros mismos.

II. ¿Qué pretendes con esa devoción de apariencia? ¿De qué te servirá la estima de los hombres, si Dios te desprecia? Gratuitamente te condenas, tienes toda la pena que los santos encontraron en el servicio de Dios, no tienes sus consuelos en esta vida y no tendrás su recompensa en la otra. ¿Qué haréis, vosotros hipócritas, el día del juicio, cuando Dios dé a conocer vuestros crímenes a todos los hombres y a todos los ángeles?

III. A nadie juzgues por las apariencias, el rostro engaña a menudo. Tal parece orgulloso y es muy humilde. A Dios sólo pertenece el penetrar los secretos del corazón humano; interpreta las acciones de los demás como desearías que se interpretaran las tuyas. Examina tus propios defectos y mira si no eres del número de aquellos de que habla San Cipriano, que condenan en lo exterior aquello que hacen en lo interior, acusadores en público y pecadores en secreto.

La huida de la hipocresía
Orad por la conversión de los hipócritas.


ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado Quintín, vuestro mártir, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.


Fuente: http://devocioncatolica.blogspot.com/

Evangelio del día (Calendario Tradicional) - 31 de octubre de 2011

Jn 4,46-53

+ Continuación del Santo Evangelio según San Juan (IV, 46-53)


Biblia versión Nacar-Colunga

(46)  Llegó, pues, otra vez a Cana de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm.  (47)  Oyendo que llegaba Jesús de Judea a Galilea, salió a su encuentro y le rogó que bajase y curase a su hijo, que estaba para morir.  (48)  Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no creéis.  (49)  Díjole el cortesano: Señor, baja antes que mi hijo muera.  (50)  Jesús le dijo: Vete; tu hijo vive. Creyó el hombre en la palabra que le dijo Jesús y se fue."  (51)  Ya bajaba él, cuando le salieron al encuentro sus siervos, diciéndole: Tu hijo vive.  (52)  Preguntóles entonces la hora en que se había puesto mejor, y le dijeron: Ayer, a la hora séptima, le dejó la fiebre.  (53)  Conoció, pues, el padre que aquella misma era la hora en que Jesús le dijo: “Tu hijo vive.” Y creyó él y toda su casa.


Laus Tibi, Christe.


Biblia versión Torres Amat

Jua 4:46  Y fue Jesús nuevamente a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había en Cafarnaúm un señor de la corte que tenía un hijo enfermo. 
Jua 4:47  Este señor habiendo oído decir que Jesús venía de Judea a Galilea, fue a encontrarle, suplicándole que bajase desde Caná a Cafarnaúm a curar a su hijo, que estaba muriéndose. 
Jua 4:48  Pero Jesús le respondió: Vosotros, si no veis milagros y prodigios, no creéis. 
Jua 4:49  Le rogaba el de la corte: Ven, Señor, antes que muera mi hijo. 
Jua 4:50  Le dijo Jesús : Anda, que tu hijo está bueno. Creyó aquel hombre en la palabra que Jesús le dijo, y se puso en camino. 
Jua 4:51  Yendo ya hacia su casa, le salieron al encuentro los criados, con la nueva de que su hijo esta ya bueno. 
Jua 4:52  Les preguntó a qué hora había sentido la mejoría. Y le respondieron: Ayer a la una de la tarde le dejó la fiebre. 
Jua 4:53  Reflexionó el padre que aquella era la hora misma en que Jesús le dijo: Tu hijo está bueno; y así creyó él, y toda su familia. 

Biblia versión Jünemann

(46)  Vino, pues, de nuevo a Caná de la Galilea; donde hizo el agua vino.
Y había un regio, de quien el hijo estaba enfermo, en Cafarnaúm;  (47)  éste, oyendo que Jesús llega, de la Judea, a la Galilea, fuese a él; y rogábale que bajara y sanara a su hijo; porque había de morir.  (48)  Dijo, pues, Jesús a él: «Si no señales y prodigios viereis, no creeréis, no».  (49)  Dijo a él el regio: «Señor, baja, antes que muera el niñito mío».  (50)  Dícele Jesús: «Ve: tu hijo vive». Creyó el hombre a la palabra que le dijo Jesús, y se iba.  (51)  Y, ya bajando él, sus siervos encontráronle, diciendo: «que tu niño vive».  (52)  Indagó, pues, aquella hora en que mejoró. Dijéronle, pues: que «ayer a la hora séptima dejóle la fiebre».  (53)  Conoció, pues, el padre que en aquella hora en que le dijo Jesús: «Tu hijo vive»; y creyó él y su casa entera.

Biblia Vulgata (latín)

(46)  venit ergo iterum in Cana Galilaeae ubi fecit aquam vinum et erat quidam regulus cuius filius infirmabatur Capharnaum  (47)  hic cum audisset quia Iesus adveniret a Iudaea in Galilaeam abiit ad eum et rogabat eum ut descenderet et sanaret filium eius incipiebat enim mori  (48)  dixit ergo Iesus ad eum nisi signa et prodigia videritis non creditis  (49)  dicit ad eum regulus Domine descende priusquam moriatur filius meus  (50)  dicit ei Iesus vade filius tuus vivit credidit homo sermoni quem dixit ei Iesus et ibat  (51)  iam autem eo descendente servi occurrerunt ei et nuntiaverunt dicentes quia filius eius viveret  (52)  interrogabat ergo horam ab eis in qua melius habuerit et dixerunt ei quia heri hora septima reliquit eum febris  (53)  cognovit ergo pater quia illa hora erat in qua dixit ei Iesus filius tuus vivit et credidit ipse et domus eius tota

Comentario
CATENA AUREA de Santo Tomás de Aquino

Juan 4:46-54  

Vino, pues, otra vez a Caná de Galilea, en donde había hecho el agua vino. Y había en Cafarnaúm un señor de la corte, cuyo hijo estaba enfermo. Este, habiendo oído que Jesús venía de la Judea a la Galilea, fue a El y le rogaba que descendiese y sanase a su hijo, porque se estaba muriendo. Y Jesús le dijo: "Si no viéreis milagros y prodigios, no creéis". El de la corte le dijo: "Señor, ven antes que muera mi hijo". Jesús le dijo: "Ve, que tu hijo vive". Creyó el hombre a la palabra que le dijo Jesús, y se fue. Y cuando se volvía, salieron a él sus criados y le dieron nuevas, diciendo que su hijo vivía. Y les preguntó la hora en que había comenzado a mejorar, y le dijeron: "Ayer a las siete le dejó la fiebre". Y entendió entonces el padre que era la misma hora en que Jesús le dijo "Tu hijo vive", y creyó él y toda su casa. Este segundo milagro hizo Jesús otra vez, cuando vino de la Judea a la Galilea. (vv. 46-54)

Crisóstomo, In Ioannem hom., 34
En primer lugar, el Señor (como ya se ha dicho antes) había venido a Caná de Galilea llamado a unas bodas. Ahora va a esta ciudad por su propia voluntad, y dejando su patria, a fin de atraerlos más a la fe. Para que la fe, que ya había penetrado en ellos desde su primer milagro, se hiciese más fuerte con su presencia.

San Agustín, In Ioannem tract., 16
Allí, pues, creyeron en El sus discípulos cuando convirtió el agua en vino. Y estando la casa llena de invitados, y siendo el milagro tan grande, no creyeron en El sino los discípulos. Por esta causa retorna a aquella ciudad, a saber: para que ahora crean los que no creyeron por las razones primeras.

Teofilacto
Nos recuerda el evangelista el milagro realizado en Caná de Galilea, del agua convertida en vino, para dar más fuerza a la predicación de Cristo. Porque los galileos recibieron a Jesús, no sólo por los milagros hechos en Jerusalén, sino también por los llevados a cabo entre ellos, aduciendo al mismo tiempo la razón de que en El hubiese creído, sin conocer la dignidad de que Jesús estaba revestido, un cortesano. De donde prosigue: "Y había allí un cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm".

Orígenes, ut supra
Pensará acaso alguno que ese cortesano era uno de los generales de Herodes, o alguno de los de la familia del César que ejerciera por aquel tiempo un cargo en Judea; porque no se dice que fuera judío.

Crisóstomo
Llámase "cortesano", o porque fuese de familia real, o porque tuviese dignidad de príncipe, por lo que recibía tal denominación. Por ello creen algunos que éste fue el mismo centurión que se cita en San Mateo. Pero se manifiesta por otra parte que era distinto de aquel otro. Porque aquel otro, cuando Jesús quería ir a su casa, le ruega que no se moleste; pero éste no le ofrecía nada, y lo llevaba hacia su casa. Mas aquél salió al encuentro de Jesús bajando de un monte, y entró en Cafarnaúm; y éste se unió con Jesús cuando venía a Caná. El hijo de aquél estaba paralítico, mas el hijo de éste padecía fiebre. Acerca de este cortesano se dice: "Este, habiendo oído que Jesús venía de la Judea a la Galilea, fue a El y le rogaba", etc.

San Agustín, ut supra
El que rogaba, ¿aún no creía? ¿Qué esperas oír de mí? Pregunta al Salvador qué opinaba de él. Por esto sigue: "Y Jesús le dijo: si no viereis milagros y prodigios, no creéis". Reprende a aquel hombre como perezoso y frío en la fe, o de que no tenía fe alguna pero deseando probarle quién era Cristo, cuál era y cuánto podía, lo tienta por medio de la salud de su hijo. Se llamó prodigio como cosa dicha de lejos, porque "que se dice de lejos" significa la cosa con prioridad, y se extiende a lo futuro.

San Agustín, De cons. evang, 4, 10
Tanto desea el Señor ensalzar el alma del que cree sobre todas las cosas mudables, que no quiere que los fieles duden acerca de aquellos milagros que se hacen por el divino poder, en la mutabilidad de los cuerpos.

San Gregorio, In Evang. hom., 28
Pero acordaos también de lo que pide, y conoceréis claramente que dudó acerca de la fe. Porque pidió que bajase a sanar a su hijo. Por esto sigue: "Le dice el Cortesano: Señor, ven antes que muera mi hijo". Por lo tanto, no había creído en El, porque no creyó que podría darle la salud si no estaba presente de una manera material.

Crisóstomo, ut supra
Véase cómo aun trae a Jesucristo de una manera física, como si no pudiese resucitar a su hijo después de muerto. Mas que viniese aun cuando no creía y le rogase, nada tiene de particular, porque los padres acostumbran, efecto de su gran cariño, no sólo a hablar a los médicos en quienes confían, sino también en quienes desconfían, no queriendo callar nada de cuanto pueda contribuir a la salud de sus hijos. Pero si hubiese creído realmente en el poder de Jesucristo, no hubiese dejado de ir a Judea.

San Gregorio, ut supra
Pero como el Señor es rogado para que vaya, nos indica que no asiente a la invitación, y con sólo mandarlo, le devuelve la salud El que creó todas las cosas por su propia voluntad. Por esto sigue: "Y Jesús le dijo: ve, que tu hijo vive". Aquí se reprende nuestra soberbia; porque en tanto precio tenemos los honores y las riquezas los que cuidamos poco de nuestra verdadera naturaleza (en virtud de la cual hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios). Mas nuestro Redentor, para manifestar que las cosas más apreciables entre los hombres son despreciadas por los santos, no quiso ir a casa del hijo del Cortesano, siendo así que estaba dispuesto a ir a casa del siervo del centurión.

Crisóstomo, ut supra
Porque allí estaba la fe bien asegurada y, por lo tanto, ofreció ir para que conozcamos la piedad de aquel hombre; mas éste aun era imperfecto y, por lo tanto, aún no conocía claramente que podría curarle estando lejos; pero como Jesús no fue, añade esto. Prosigue: "Creyó el hombre a la palabra que le dijo Jesús y se fue". Sin embargo, no se iba muy contento ni tranquilo.

Orígenes, In Ioannem tom., 14
Se manifestó desde luego su alta posición y su cargo, porque salieron los criados a encontrarle. Por esto sigue: "Y cuando se volvía, salieron a él sus criados", etc.

Crisóstomo, ut supra
Los que le salieron al encuentro no vinieron sólo para anunciarle, sino porque creyeron que ya era inútil la presencia de Jesucristo, quien esperaban que vendría. Y que el cortesano no había creído perfectamente ni de buena fe, se conoce de un modo terminante por lo que sigue: "Y les preguntó la hora en que había comenzado a mejorar". Por lo tanto, quería saber si esta mejoría se debía a la casualidad o al precepto de Jesucristo. Sigue: "Y le dijeron: ayer, a las siete, le dejó la fiebre".1 Véase aquí cómo se demuestra el milagro, porque no de una manera sencilla, ni como sucede con el que se libra del peligro, sino que de repente y a un mismo tiempo. Para que se vea que lo sucedido no era efecto de la naturaleza, sino del poder de Jesucristo. Por esto sigue: "Conoció, pues, el padre, que era la misma hora en que Jesús le dijo: Tu hijo vive, y creyó él y toda su casa".

San Agustín, In Ioannem tract., 16
Por tanto, si creyó porque se le dijo que su hijo había sido curado y comparó la hora de los que se lo decían con la del que se lo vaticinaba, cuando rogaba, no creía.

Beda
En esto se da a conocer que hay grados en la fe como en las demás virtudes, en las cuales hay principio, desarrollo y perfección. El principio de la fe de éste estuvo cuando pidió la salud de su hijo; su incremento, cuando creyó en la palabra del Salvador, que le dijo: "Tu hijo vive"; y obtuvo la perfección cuando se lo anunciaron sus criados.

San Agustín, ut supra
Con la sola palabra creyeron muchos samaritanos, mas con aquel milagro sólo creyó la casa donde tuvo lugar. Después añade el Evangelista: "Este segundo milagro hizo Jesús otra vez cuando vino de la Judea a la Galilea".

Crisóstomo, In Ioannem hom., 35
Y no añadió esto sin falta de misterio, sino dando a entender que, habiendo hecho este segundo milagro, todavía no habían llegado los judíos a la altura de los samaritanos, que no habían visto ninguna señal.

Orígenes, In Ioannem tom., 18
Esta frase encierra una anfibología,2 porque en primer término manifiesta que, cuando Jesús venía de Judea a Galilea hizo dos milagros, de los cuales el segundo fue el del hijo del cortesano. Y por otra parte, existiendo dos milagros que Jesús hizo en Galilea, hizo el segundo viniendo de Judea a Galilea, y éste es el verdadero sentido.
En sentido místico puede decirse como Jesús vino a Galilea dos veces, manifestando en ello las dos venidas del Salvador al mundo: la primera, llena de misericordia, como sucedió con el milagro del vino, para alegrar a los convidados; y la segunda, resucitando al hijo del cortesano, que ya estaba casi muerto, o lo que es lo mismo, al pueblo judío, el cual, después que hayan entrado todos los gentiles, vendrá a salvarse cuando el mundo esté próximo a su fin. Grande es el Rey de los reyes, que ha sido constituido por Dios en la cumbre de su monte santo de Sión (Sal 2). Y los que vieron el día de Este y se alegraron son reconocidos como los de la corte (Jn 8). Y nosotros creemos que el cortesano representaba a Abraham; que su hijo enfermo era la imagen del pueblo de Israel, debilitado respecto del culto divino, pero que se calentó tanto, quemadas las espigas de su enemigo, y que, por ello, se cree que empezó a enfervorizarse. Y también aparece que, estando los santos por delante después que dejaron el vestido de la carne, salvaron a su pueblo. Por esto se lee en el libro de los Macabeos, después de la muerte de Jeremías: "Este es Jeremías, el profeta de Dios, que ruega mucho por el pueblo" (Mac 15:14). Luego, Abraham ruega que el pueblo enfermo sea favorecido por el Salvador. Y en verdad que la palabra del poder nació de Caná, en donde se dijo: "Tu hijo vive"; pero la realización de la palabra tuvo lugar en Cafarnaúm, porque allí fue donde el hijo del cortesano se curó, como si viviese en el campo del consuelo. Esto representa a cierto género de hombres débiles, no del todo privados, sin embargo, de acciones buenas. Y aquellas palabras: "si no veis milagros y prodigios no creéis", se le dijo a aquél, que se refieren a muchos de sus hijos, y a él mismo en cierto modo. Y así como San Juan esperaba que se realizase la señal que se le había dado, a saber: "Sobre aquél en que vieres que baja el Espíritu Santo" (Jua_1:33), así los santos que ya habían muerto, esperaban que se daría a conocer la venida de Jesucristo en nuestra carne mortal por medio de milagros y de prodigios. Mas este cortesano tenía, no sólo aquel hijo, sino también criados, por medio de los que se significa cierta clase de personas que creen poco y con poca firmeza. Y no dejó la fiebre al hijo en la hora séptima por una casualidad, sino que este número siete representa el día del descanso.3

Alcuino
También puede decirse que, por medio de los siete dones del Espíritu Santo se concede el perdón de los pecados. Y el número siete, partido en tres y en cuatro, significa la Santísima Trinidad y las cuatro estaciones del año, o las cuatro partes del mundo, los cuatro elementos.

Orígenes, ut supra
También pueden representar4 las dos venidas de Jesucristo al alma. La primera, cuando hizo el vino del agua, dando esta alegría al alma del convite espiritual. Y la segunda, cuando destruya todas las consecuencias de las tristezas y de la muerte.

Teofilacto
Mas el cortesano es todo hombre, no sólo porque se acerca al Rey de todas las cosas, en cuanto al alma, sino porque él tiene el dominio de todo, cuyo hijo (esto es, la mente) tiene fiebre por todas las malas pasiones y deseos. Y se acerca a Jesús rogándole que baje, esto es, que use de la condescendencia de su misericordia y perdone los pecados, antes que sea muerto por la debilidad de sus pasiones. Pero el Señor le dice: "Ve", esto es: "manifiesta tu marcha continua en dirección del bien, porque entonces tu hijo vivirá; pero si cesas de andar, te mortificará tu conciencia acerca de la ejecución del bien".

Notas
1. A la hora séptima, es decir a la 1 de la tarde.
2. Una anfibología es un error lógico que se produce cuando se argumenta a partir de premisas ambiguas debido a su estructura gramatical, como es el caso de las dos interpretaciones posibles de Jua_4:54.
3. La hora séptima, es decir a la 1 de la tarde.
4. Las dos visitas a Caná.